Uno nunca quiere que una buena película se termine, que un buen tema acabe. Pero igual se termina, pero igual se acaba. Ahí empieza a rebotar el eco, en el corazón y la mente, de aquellas escenas o aquellas notas que pusieron al descubierto la mas profunda esencia de uno, quedando grabada en el recuerdo como algo bello. Así nos encontramos con personas que nos acompañan toda nuestra vida, también con personas que pasan fugazmente y otras por períodos intermitentes. Entre estas están los vecinos, de los cuales uno conoce muchas cosas aunque no los vea a diario. Horarios, comportamientos, gustos, problemas y soluciones que llegan por el aire hasta nuestros oídos pasando a ser parte nuestra también.
Hoy en la madrugada falleció Jorge, un vecino querido, ya con setenta y pico abriles. Tipo generoso, simpático, amable, en estos casi 10 años que nos tocó conocerlo. Hoy estamos tristes porque era un buen hombre (y eso no es poca cosa) y ya no lo vamos a ver con los ojos ni escuchar con los oídos. Hoy me dan ganas de escribir, me dan ganas de cantar un canción sin letra, me dan ganas de hacer un dibujo y que se lo lleve el viento, me dan ganas de pegarle un grito al aire y decirle: ¨Feliz cumpleaños Jorge!¨ e imaginarme que me contesta del otro lado del muro que separa un patio del otro ¨Feliz cumpleaños Yuyo!¨...
Yo no puedo explicar porqué,... pero a pesar de todo hoy tengo una extraña emoción alegre y, sin duda, es por haberlo conocido. Extraña emoción alegre semejante a un recipiente donde hoy inevitablemente cae y descansa mi lágrima.